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¿Para quién te vestís? (El código secreto del estilo)

Una pregunta que me hice por mucho tiempo, sin realmente formularla, fue: ¿Para quién me visto? ¿Para quién me arreglo?

La respuesta obvia fue: para mí. Pero no me convencía del todo y, con el tiempo, se fue haciendo cada vez más clara: Me visto para otras mujeres.
No porque me importe su aprobación. Sino porque sé que nosotras sí vamos a notar los detalles.

Esa combinación de texturas, ese mocasín que parece simple pero no lo es, ese toque de color inesperado. A pesar de que el ritmo diario me apresura, trato, casi como  disciplina, de hacerme el rato de pensar qué quiero decir hoy y elegir en consecuencia.

Encontré en la moda, desde muy chica cuando revolvía el placard de mamá, otra manera de expresarme, de comunicarme sin palabras. 

Las mujeres no solo miramos: leemos y hablamos el lenguaje del estilo. 

Muchas veces me arreglo más si voy a recibir clientas en el showroom o si tengo una comida con amigas, que si tengo plan con un hombre. De hecho, estoy bastante segura de que muchos de mis looks son incomprensibles para el ojo masculino promedio. 

El ¡me encanta tu outfit! cuando viene de otra mujer tiene más peso, ¿o no? 

Hay algo casi como de juego en vestirme: es donde aparece la creatividad, la complicidad y un código sutil solo nuestro, como el lenguaje de los abanicos de las Geishas. 

El estilo también es una forma de pertenencia y de expresión. Tal vez por eso amo tanto los zapatos, porque tienen esa cualidad silenciosa pero poderosa de ser el guiño que solo otra mujer va a captar al otro lado de la mesa. 

Nosotras miramos los zapatos. Los entendemos como idioma. Sabemos cuándo un par está bien elegido, cuándo es forzado, cuándo hay historia o cuándo hay actitud. Es ese plot twist que puede hacer de un look algo inolvidable (para bien o para mal).

Vestirse para otras mujeres no es competencia. Es un lenguaje compartido. Y los zapatos, uno de sus signos más poderosos: Exclamación, pregunta, comillas o puntos suspensivos del mensaje que transmite la ropa que lucimos.

¿Y vos, para quién te vestís?

 

Con amor,

Tatu