Después de más de una década de MIO, entendí que emprender es una escuela de vida. Acá van 10 cosas que aprendí en este camino y que me sirven no solo para el trabajo, sino para mi vida diaria...
1. Mejor hecho que perfecto
No puedo controlar todo. Esperar a que las cosas salgan tal como las soñé solo me frena. Aprendí que hacer es la única forma real de mejorar. Que se corrige en movimiento. Y que lo perfecto, muchas veces, ni existe.
2. No tomarse nada personal
Emprender tiene mucho de ego. Es fácil confundirse: si algo no gusta o alguien critica, sentimos que nos están juzgando a nosotras. Pero no: mis zapatos no soy yo. MIO no me define. Es parte de mi camino, pero no soy yo.
3. Vas a trabajar más que antes
Esto me llevó años entenderlo. La cabeza del emprendedor no descansa. Sentir culpa un sábado por estar tirada sin hacer nada, pensar en trabajo hasta cuando sueño. Trabajo más de 12 horas por día. Lo bueno: elijo mis horarios. Si un martes quiero salir a caminar, lo hago.
4. Separar la plata del negocio de tu plata
Clave. Lo aprendí en un curso de finanzas para emprendedores. Si no separás, te perdés. Cuando hay plata, gastás sin ver. Cuando no, se sufre. Tener claridad te permite saber si crecés o solo estás cambiando plata.
5. Toda la familia termina involucrada
Es inevitable. En acciones, en opiniones, en apoyo emocional. Alguien te lleva cosas al correo, otro te recibe un proveedor. Y todos te recomiendan. MIO también es un poquito de ellos y aprenden a vivir entre cajas de zapatos, retazos de cuero y charlas monotemáticas a veces.
6. No sé delegar (y lo necesito urgente)
“Nadie lo hace como yo”. Esa frase me limita. MIO es artesanal hasta en la forma en que gestiono. Pero para crecer, necesito confiar. Delegar no es soltar el control: es dar espacio para que otros sumen valor y yo poder dedicarme a lo importante no solo lo urgente.
7. Soy más perseverante que talentosa
Lo juro. No me detengo. Con 46 años y más cansada que antes, sigo. Estoy convencida de que los emprendimientos que duran son los que no se rinden. El talento importa, pero gana quien insiste. No es lo mismo que ir como un burro tras la zanahoria, pero sí es no aflojar cuando se pone difícil.
8. Amo la comunidad (y hacerlas felices)
Además de amar la moda, lo que más me mueve es la comunidad que creamos. Sus mensajes, sus historias, cómo usan los zapatos en sus vidas. Parece cliché, pero la alegría que siento cada vez que recibo una foto o un mensaje del tipo: ví esto y me acordé de vos... es mágico. Me ilumina saber que mis creaciones caminan por todo el país con ustedes.
9. Me cuesta soltar
Tengo una personalidad firme y el cambio me cuesta. Cerrar el local de Recoleta luego de la pandemia fue durísimo, aunque sabía que la tienda online funcionaba y no precisaba más. Lo mismo me pasa con el hacer artesanal: me niego a resignarme a la producción masiva. Amo este oficio y quiero que no se pierda.
10. Tener un mentor, un par y alguien a quien enseñar
No recuerdo dónde lo escuché, pero es oro:
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Un mentor: un zapatero con más de 50 años de experiencia a quien recurro para cuestiones técnicas o de la industria.
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Un par: otra emprendedora con quien consulto ideas y hacemos catársis.
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Un aprendiz: alguien que escucha mi experiencia y, con sus preguntas, me aporta una mirada nueva y fresca.
Todo esto intento aplicarlo también a mi vida personal. Siento que las cosas que nos pasan son oportunidades para pulirnos, como si fuéramos versiones en constante mejora.
¿Te sentís identificada con alguna? ¿Qué lección aprendiste vos y te gustaría compartir?