A veces no se empieza por vocación ni por una gran idea. A veces se empieza porque no queda otra. Así nació MIO, como una necesidad tras una crisis profunda.
En 2013, con 32 años, un hijo chico y una separación abrupta, me encontré literalmente sin nada, ni emocional ni económicamente. Había dejado mi trabajo en una multinacional para dedicarme a mi casa y a mi hijo, una elección que hice con amor, pero que me dejó desprotegida cuando todo cambió.
Justo antes de la ruptura, había empezado con una amiga un curso de calzado, por curiosidad. Siempre me gustaron los zapatos, pero no imaginé que ese espacio personal se convertiría en mi salida laboral. De ahí nació MIO: no como un emprendimiento soñado, sino como una tabla a la que aferrarme.
Arranqué desde mi cocina, con mi hijo jugando cerca, sin experiencia, sin contactos, sin plata. Un proyecto chiquito: Hacer algunos pares, venderlos, ver qué onda. Solo mi intuición que me decía: “hacé, aunque no sepas cómo”.
El primer año fue de prueba y error: materiales que no servían, talleres que no cumplían, zapatos que vendía por menos de lo que costaban. Pero cada error me enseñó. Aprendí a entender el rubro, a valorar lo que hacía, a cobrar lo que valía.
Fue un camino lento, muchas veces en círculos, pero nunca hacia atrás. Porque al final, gana el que no abandona.
Mientras MIO crecía, yo también me iba transformando. Me descubrí capaz de resolver, de avanzar incluso con miedo, de aprender sobre la marcha. En cada crisis aparecen recursos que ni sabías que tenías. Hoy miro para atrás y no me reconozco del todo: soy la que era, pero también la que fui siendo.
MIO es mi marca y mi sustento, pero también mi manera de decir: “acá estoy”. La prueba de que pude reinventarme. No soy millonaria, pero soy libre. Manejo mis horarios y cada tanto me doy un gusto. Hago lo que amo aunque no lo haya elegido conscientemente.
Durante mucho tiempo esperé otro golpe de la vida. Hoy no. Hoy miro al futuro sin encasillarme, sigo aprendiendo a soltar, a fluir y a agradecer.
Si sentís que ya es tarde para vos, que no tenés por dónde empezar, que te falta todo… te entiendo. Yo también empecé desde ese lugar. Solo para volver a creer en mí. Y eso, a veces, es todo lo que se necesita.
Con amor,
Tatu