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Cómo te ves, te tratás (una historia sobre tacos, maternidad y deseo)

Por muchos años usé zapatos bajos. Y no por una decisión estética o por rebeldía contra los tacos. Era más bien por comodidad, por rapidez, por la vida real. Correr detrás del jardín, de los deberes, del súper, del WhatsApp que avisa que tu hijo se olvidó la cartuchera. Ser madre, laburar, sostener la casa, ser buena amiga, buena hija, buena compañera… en ese vértigo, una empieza a dejar de mirarse.

Hasta que un día, ya con mi hijo terminando el secundario (sí, pasó volando), me puse un par de zapatos con taco. No muy altos. Cómodos, firmes, hechos a mano como los que hacemos en MIO. Y algo se despertó.

Subirme a los tacos fue mi forma de decirme algo. Me hicieron acordar a Carrie Bradshaw, sí, pero no desde la frivolidad, sino desde esa libertad elegante que ella transmitía. Elegir un zapato con taco fue elegir sentirme más segura, más sexy, más conectada con ese costado mío que estaba guardado.

No fue solo una cuestión de estilo. Fue algo más interno. Me vi al espejo y me vi distinta. Más erguida. Más luminosa. Más yo. No por los tacos en sí, sino porque algo en mi postura me recordó quién soy además de madre, además de emprendedora, además de todo. Me recordó mis deseos. Mi sensualidad. Mi potencia. 

Y acá algo importante: el taco no tiene por qué doler. Porque ante todo, ¡comodidad! Eso sí que no se negocia ante ningún mandato. Un buen diseño, con materiales nobles y una horma pensada, puede ser tan confortable como cualquier zapato chato. La clave está en la calidad. 

Hay una frase que siempre se repite: “cómo te ven, te tratan”. Yo prefiero cambiarla por esta: cómo te ves, te tratás. Porque cuando te volvés a mirar con amor, con atención, con deseo, empezás también a tratarte mejor. Y esa energía se contagia. A veces, algo tan simple como un zapato puede ser el punto de partida.

No se trata de usar tacos todos los días. Ni de abandonar las zapatillas, o en mi caso los mocasines, de los que soy una fiel servidora desde mi más tierna edad. Se trata de elegir desde un lugar propio. De permitirse volver a habitar el cuerpo desde el deseo y no solo desde la función. Y para mí, este zapato fue la excusa perfecta para volver a pisar distinto.

Quizás vos también estés necesitando eso.

Con amor, 

Tatu